Una gasolinera agroecológica se abre paso entre la contaminación y el cemento

Fuentes de energía no renovable, reciclaje y agricultura urbana conviven sin conflicto alguno en una estación de venta de combustible en Bogotá, una propuesta innovadora que se abre paso entre el cemento y la contaminación y que sirve como ejemplo para la defensa y protección del medio ambiente.

12 de julio de 2013

Hace ocho años, el ingeniero Juan Carlos Machado, administrador del Grupo Magra, rompió los paradigmas con la primera gasolinera ambiental en Colombia, que con prácticas amigables con la naturaleza, como el reciclaje y la siembra de vegetales, algunas frutas, hierbas e, incluso, café, demostró que se pueden crear "pulmones" para ayudar al planeta.

La estación de servicio mostraba otra cara en 1999, cuando Machado y su familia invirtieron sus ahorros en ella, a pesar de que las autoridades de la ciudad cuestionaron su funcionamiento por ser nocivo para el medio ambiente, una historia que cambió cuando el agua y el reciclaje tomaron protagonismo.

Ahora, arropada por amplios jardines verdes, con un ahorro de 87 metros cúbicos de agua y el tratamiento de nueve toneladas de desechos orgánicos al mes se han vuelto en un ejemplo para la comunidad que los ha visitado masivamente durante los últimos cinco años, atraída por la idea de la agricultura urbana.

En declaraciones a Efe, Machado no vacila en asegurar que "la agricultura urbana no se ha valorado bien, a pesar de que en la historia ha sido determinante, en las guerras y posguerras para sobrevivir", razón por la que decidió integrarla a su negocio para dejar de aportar basura a los vertederos mientras produce plantas y alimentos.

Un invernadero ubicado en una pequeña azotea en la que antes solo había lugar para llantas y baterías viejas y una sencilla planta de digestión son el engranaje que ha permitido que el negocio no dependa de los servicios públicos de la ciudad, pues la mayor parte del agua, el gas y la energía que se utiliza provienen de fuentes renovables.

Todos los desechos orgánicos que deja el restaurante de la estación se traducen en fertilizantes líquidos y sólidos, cuya producción llegó en 2012 a 10 toneladas, y en gas, que es reutilizado en la cocina, como también se hace con el agua que cae cada vez que llueve para hacer el aseo del lugar y regar las plantas.

Esta innovadora apuesta fue reconocida por los organizadores del premio Planeta Azul, que la catalogaron "como una estación de servicio verde y sustentable, porque la gestión ambiental que desarrolla, su liderazgo ambiental y los logros obtenidos (...) son el resultado de un trabajo que refleja el compromiso que tiene con el cuidado y protección del agua".

"Esta estación de servicio agroecológica es única en su género en Colombia y ha roto todos los paradigmas en su rama, porque no solo trabaja en pro del cuidado del agua sino que ha trascendido" entre la comunidad que "la ve como un ejemplo a seguir", resalta la organización del premio en su página electrónica.

Así lo corroboran los trabajadores del lugar, quienes destacan que gracias a las buenas prácticas ambientales también han visto que sus gastos mensuales han disminuido.

"Aprendí a valorar, a reciclar residuos y a usar aguas lluvia y en la casa, aun sin un sistema elaborado, la recojo y la uso para limpiar los inodoros", asegura Rocío Delgado, la encargada del restaurante.

Las fronteras geográficas también han dejado de ser una obstáculo para esta idea, que tiene beneficios a kilómetros de distancia en la región cafetera de Colombia, donde una finca que tiene 35.000 árboles de café y 2.000 de plátano ha aceptado fertilizar todos sus campos con productos elaborados en la gasolinera.

Desde entonces, las cargas anuales de la hacienda han subido de un promedio de entre 10 y 15 hasta 80 en el año, gracias a un aporte que el campo recibe desde la ciudad, un modelo propuesto por el Grupo Magra que no tiene hasta el momento réplica alguna.

"Me da tristeza que digan que somos una estación atípica, porque todas deberían ser como nosotros", afirma Machado, quien puede presumir de que su empresa también es una de las grandes donadoras de árboles de Bogotá, gracias a su producción de más de 4.000 durante los últimos tres años.

"Al tiempo que vendemos gasolina, ACPM y gas, estamos pendientes de las plantas", destaca Duván Mendoza, un trabajador que con orgullo reconoce el alto impacto de su trabajo que ante muchos ojos solo se limita abastecer vehículos con combustible.

Las personas que llegan a la gasolinera no solo abastecen a sus vehículos de combustible, también pueden comprar lechuga, acelgas, espinacas, calabacín y rúcula. En un año se pueden alcanzar las ocho cosechas de vegetales, por tal razón varios de los productos que se cultivan se comercializan en las plazas de mercado cercanas al lugar.

"Las otras estaciones solo se interesan por vender gasolina", dice Edilberto Monroy, otro de los trabajadores.

Los anhelos de todos los trabajadores de la gasolinera ahora se centran en la construcción de un mecanismo para tratar las aguas negras que ellos producen y evitar que lleguen al río Bogotá.

EFE