Atunes radiactivos de Fukushima echan luz sobre la migración océanica

La técnica de rastreo de atunes radiactivos puede servir para estudiar los movimientos migratorios de otras especies en el Pacífico.

11 de marzo de 2013

Primero fue la tragedia humana y el desastre ambiental. Pero, dos años después, el accidente en la planta nuclear de Fukushima, en Japón, ha tenido una impensada consecuencia benéfica: ha permitido a los científicos saber más sobre los patrones migratorios de especies marinas.

Daniel Madigan, investigador de la universidad estadounidense de Stanford, encabezó un proyecto de estudio del atún rojo del Pacífico, una especie muy buscada para la pesca comercial que migra desde las costas japonesas a las del continente americano.

En una primera etapa del estudio, Madigan se encontró con atunes radiactivos: peces detectados a la altura de México y el sur de Estados Unidos que, en sus organismos, tenían sustancias tóxicas vertidas a las aguas como consecuencia del desastre de Fukushima, el 11 de marzo de 2011.

Los niveles de contaminación no eran para preocuparse, señalaron a los ciudadanos alarmados por la posible ingesta de estos pescados.

Pero los rastros tóxicos sirvieron a los científicos para entender el proceso migratorio: mediante los niveles de cesio-137 y cesio-134 –dos sustancias radiactivas vinculadas a los daños de la central nuclear-, pudieron determinar si los ejemplares hallados en las costas de California habían viajado desde Japón después del accidente o si llevaban más de un año en el este del Pacífico.

BBC