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Alemania

Viaje de intercambio: aprendizaje en directo

Conocer otra cultura, abrirse hacia la diversidad y mejorar un segundo idioma, son parte de los valiosos aprendizajes que deja un intercambio estudiantil. Escolares de Alemania y de Latinoamérica aprecian la experiencia.

Alianza DW
1 de mayo de 2012

Como el nombre lo dice, el intercambio implica dar y recibir. No sólo en términos de alojamiento, sino especialmente de apertura hacia una realidad diferente. La gran mayoría de los escolares que hacen un período de intercambio nunca había vivido en otro país, ni menos asistido a una escuela en otro idioma que el suyo.

Cruzar el Atlántico e instalarse en una cultura diferente les abre horizontes a los jóvenes de entre 15 y 18 años que emprenden esta aventura, que dura generalmente entre un mes y un año. Durante el intercambio comparten con una nueva familia, asisten a la escuela junto con su “hermano”, ejercitan otro idioma y participan en paseos grupales.

De los 15.000 estudiantes alemanes que en el año pasado vivieron esta experiencia, la gran mayoría eligió países de habla inglesa. En los últimos años, no obstante, se ha visto en las escuelas alemanas un mayor interés por el español por sobre el francés, como segundo idioma extranjero. Esto ha hecho que los jóvenes miren hacia Latinoamérica.

Países predilectos

Julia Boberski, de AFS, agencia dedicada al intercambio, indica que “los países favoritos en Latinoamérica para los estudiantes alemanes son Argentina, Brasil y Costa Rica. Y entre los que vienen de Latinoamérica a Alemania, el mayor número es de Brasil, Colombia y Argentina”.

Según datos de Weltweiser, organización alemana dedicada al asesoramiento a estudiantes que deseen pasar un período en el extranjero, Argentina ocupa el primer lugar entre los destinos de la región y el octavo a nivel mundial. 275 escolares alemanes hicieron su intercambio el 2011 en este país sudamericano. Entre los estados germano federales de destino, los más visitados son Hamburgo, Berlín y Bremen. Para los latinos, el interés por Europa, por la lengua y la cultura alemanas, son algunas de las motivaciones para aterrizar en este país.

Muchas escuelas alemanas de Latinoamérica tienen programas de intercambio con sus pares de Alemania, y también existen instituciones dedicadas a buscar familias para los interesados. Aunque lo habitual es que el huésped reciba posteriormente al anfitrión, en ocasiones es sólo uno el que viaja.

Tránsito, amistades y recuerdos

“Estudié por muchos años alemán en el colegio y, al no tener familia alemana, quería conocer en carne propia cómo vivían y qué costumbres tenían las personas de aquel país del cual tanto hablábamos en el colegio”, cuenta el argentino Milton Nervegna, hoy de 20 años y exalumno del Colegio Alemán de Temperley. En 2009 hizo un mes de intercambio y alojó en casa de una familia cerca de la ciudad de Friedrichsdorf, en el estado de Hessen.

El colegio Temperley tiene un programa de intercambio desde hace 20 años con escuelas de dos ciudades alemanas. “Aproximadamente unos 500 alumnos ya han participado de este proyecto. Por año son en promedio 25 alumnos. Este año recibiremos además 34 alumnos alemanes de la ciudad de Bad Homburg”, indica Beatriz Günther, Coordinadora de Alemán de este colegio de la provincia de Buenos Aires.

A Milton le impresionó que la mayoría de las escuelas son estatales, tienen excelente infrestructura y hacen menos horas de clases al día que las argentinas. En lo personal, hizo grandes amigos y comprobó que la gente es amistosa, amable y servicial.

“La tranquilidad y limpieza del pueblo fue lo que más me llamó la atención. El tráfico parecía no estar, a pesar de que el parque automotor abundaba, ya que los autos son muy silenciosos y normalmente los automovilistas no tocan bocina”, cuenta. Recomienda el intercambio a todo el que tenga la oportunidad. De hecho, tanto influyó en su vida, que está haciendo planes para volver a Alemania una vez que termine sus estudios universitarios.

Primer contacto

“Es una experiencia sumamente enriquecedora –corrobora Beatriz Günther del Colegio Temperley-. Para la mayoría de nuestros alumnos significa el primer contacto con otra cultura y tienen la gran posibilidad de aplicar de forma auténtica todos sus conocimientos de alemán. Para ellos es una experiencia inolvidable, a través de la cual maduran mucho y al regreso demuestran una apertura mental hacia lo "distinto" que no se evidenciaba antes del viaje”.

¿Y qué encuentran los jóvenes alemanes en su paso por Latinoamérica? Günther señala que los visitantes se sorprenden con la relación de confianza que tienen los alumnos argentinos con sus profesores o el hecho de que los llaman por su nombre y no por el apellido. Asimismo, con “la cordialidad de las familias argentinas que los albergan, la contención que les brindan, la calidez de la gente y la forma casi automática de tutearse, sin que esto signifique una falta de respeto”.

También les llama la atención lo temperamental y "ruidosa" que es la gente, lo caótico del tránsito, que el peatón no tiene la preferencia y que se toca la bocina por cualquier motivo. Pero también se llevan cálidos recuerdos, como pasar un domingo de asado junto a su hermano de intercambio en medio de una familia numerosa, con tíos abuelos y cinco o seis hijos, donde se convierten en un miembro más.