Comunicación no verbal

Cómo poner cara de interesado en una reunión aburrida

Ser capaz de mantener la expresión facial correcta en una reunión de trabajo es vital, pero no siempre lo logramos. ¿Cuál será la correcta? Al parecer, el ejemplo a seguir es la que hace la primera ministra de Reino Unido, mire por qué.

Alianza BBC
BBC Mundo
16 de agosto de 2016

Adoptar una expresión facial apropiada en una reunión es una destreza que vale la pena dominar.

Cuando le pidieron que describiera el estilo de la flamante primera ministra de Reino Unido, Theresa May, a uno de sus colegas, dijo: "En las reuniones del gabinete se la ve serena pero con cara de exasperación". Cuando leí eso, se me prendió la lamparilla.

¡Comunicar aplomo y exasperación durante las reuniones es lo que debemos hacer!

Parece superior, pero nunca descortés.

Es poderoso pero no deshonesto.

Es un poco imponente. Un poco majestuoso.

Es perfecto.

La cuestión de la expresión que debe mantener cuando tiene que asistir a las reuniones en el trabajo para escuchar a otros hablar es crucial.

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El ejecutivo promedio pasa unas cuatro horas al día en juntas, durante las que la mayoría del tiempo se pasa en silencio, tratando de prestarle atención a quien está hablando y mirando los rostros de quienes no lo están haciendo. Eso indica que no dominamos ese arte.

Nos preocupamos por la impresión que damos cuando somos nosotros los que tenemos que hablar, pero no le dedicamos ni un minuto a preocuparnos sobre la que proyectamos cuando estamos en silencio.

El otro día me mandaron una foto de un panel en el que participé, tomada por alguien que estaba en la audiencia.

Dos de los panelistas están mirando para el lado contrario al de la persona que está exponiendo sus ideas. Otros dos parecen catatónicos. Yo, parezco un poco loca, con una cara horrible de incredulidad.

Sólo uno de nosotros hizo lo correcto: compuso su cara de manera que quedara como una máscara que reflejaba un interés respetuoso, aunque escéptico.

Nuestras "caras de reunión" son demasiado importantes como para permitirles que se compongan solas.

La expresión más común en las juntas -al menos la de las personas que no están hablando- es de tedio, y esa es una que rara vez es buena. Da la impresión de que uno es estúpido; además, los músculos flojos hacen que nos veamos ancianos y exhaustos. Y aburrirse tanto que se queda dormido es lo peor.

La mala fama de Kay Whitmore, presidente ejecutivo de Kodak en los años 90, se debe más a que se quedó dormido en una reunión con Bill Gates que por su contribución a la ruina de su compañía.

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Pero, si quedarse dormido es fatal, cabecear en general es excelente.

Durante 9 años formé parte de la junta de ejecutivos de una compañía, así que pase varios cientos de horas viendo a algunos de los mejores directores no ejecutivos cabecear.

Descubrí que hay diferentes maneras de asentir.

Cuanto más complejo sea el material que se discute, más apropiado es el cabeceo a tiempo medio, que te hace parecer inteligente; uno más lento bien hecho es equivalente a decir "Estoy considerando lo que escucho".

Y recuerda: las reglas para las expresiones de su rostro en las reuniones son las opuestas a las reglas para las expresiones de la oficina en general.

Mientras que sonreír normalmente es un buen plan, pues hace que los demás se sientan mejor, es mejor evitar hacerlo en las reuniones, a menos que alguien diga algo gracioso. Puede dar la impresión de que no es serio o es demasiado servil.

Aunque a veces es necesario ser chupamedias, es tan degradante que nunca se debe hacer en público.

Fruncir el ceño, algo que generalmente no es recomendable en la oficina, es esencial en las juntas. Supone que está reflexionando en profundidad sobre lo dicho y puede ayudar a distanciarse de las decisiones que se estén tomando. Además, implica que es superior: usted podría hacerlo mejor.

Y si está pensando que no puedes cambiar la cara con la que nació, está equivocado.

Me propuse pasar tiempo frente al espejo practicando una expresión de aplomo con exasperación y, aunque al principio fue difícil, al final lo logré.

*Artículo de Lucy Kellaway es escritora y columnista del diario británico Financial Times.

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