Opinión

Cuando las deudas arruinan vidas

El endeudamiento no debe ser ni la base ni el fin de un proceso de planeación financiera de las personas o las familias; debe ser una fuente más de recursos, que se recomienda utilizar con mesura y racionalidad.

Lizeth Nataly Olarte
11 de mayo de 2016

“No hay mejor fuente de financiación, para las personas y las empresas, que el endeudamiento. Lo mejor siempre es trabajar con el dinero de los demás”. Posiblemente esta frase resulte consecuente y válida cuando se trata de obtener financiación y recursos frescos, bien sea para las personas o para las empresas. Pero a pesar de sonar lógicas y válidas, el endeudamiento se puede convertir en un “eterno torbellino”, del cual podríamos estar destinados a nunca salir de él.

Hasta hace relativamente pocos años, el acceso de las personas y las familias a las fuentes de financiamiento ofrecidas por las entidades financieras era un logro bastante difícil de alcanzar. En esos tiempos era popular escuchar que “los bancos solo le prestaban dinero a quienes tenían dinero” y, aunque pareciera contradictorio, en la realidad era cierto.

Pues resulta que, en ese entonces, se requería de una inmensa cantidad de requisitos, garantías, fiadores y la demostración exhaustiva de que se podría responder amplia y solidariamente con las obligaciones financieras contraídas y de los costos asociados a tales productos financieros. Una cuenta corriente, una tarjeta de crédito o un crédito de vivienda, eran productos de difícil acceso y casi de condiciones exclusivas de un grupo de personas privilegiadas y pudientes.

Ante esto, las personas y las familias optaban por buscar dinero en calidad de préstamos personales, obviamente con menos condiciones y, básicamente, la palabra empeñada, era la mejor garantía. Entonces, las personas optaban por ajustar sus presupuestos a los dineros obtenidos por el trabajo y algunas otras rentas disponibles, lo que hacía que las personas y las familias fueran más racionales, prudentes y mesuradas en sus compromisos de consumo y de crédito.

Así, se podría decir que los patrimonios familiares eran construidos por el trabajo y esfuerzo propios de las personas y familias, hábitos disciplinados del ahorro y no basados en el endeudamiento bancario o de otras fuentes menos formales.

FP le recomienda “Manejar sus finanzas: 90% de sentido común, 10% de dinero”.

Arma de doble filo

Pero las condiciones actuales son diferentes. Hoy nos movemos en una sociedad de altísimos niveles de consumo, de mercados que han crecido en forma exponencial, los negocios, los productos y los servicios son globales, el sistema financiero se ha ampliado en forma abrumadora y son más versátiles, de fácil acceso, de inmediato uso y con montos financieros diseñados para todos los gustos.

La bancarización se ha vuelto una barrera por derribar, permitiendo a más personas acceder al sistema, a los productos y, por ende, al crédito que facilita el consumo. Es así como las personas y las familias, siendo presas fáciles del consumismo y la moda, buscan maneras de poder financiar sus nuevos “status”, y ante la imposibilidad de poder apalancarlo a partir de sus fuentes de recursos, apelan al endeudamiento a través de productos y servicios financieros que las entidades bancarias ofrecen a diario, sin mayores condiciones que una copia de cédula o una constancia de trabajo e ingresos.

Es, entonces, cuando aparece el arma de doble filo: podría condenar a las personas a niveles de endeudamiento perpetuos, a destinar una porción muy importante de sus ingresos al pago de compromisos, cada vez más costosas o, peor aún, al escarnio privado y público de terminar reportado negativamente en las centrales de riesgo, cerrando la posibilidad del acceso al sistema financiero, y apelando a otras fuentes non santas de recursos.

¿Cómo actuar?

Debemos ser cautos al momento de endeudarnos, medir nuestra capacidad futura de pago y buscar las mejores opciones de tasas y plazos que ofrecen las entidades financieras que nos invitan a ser sus clientes. En este orden de ideas puedo recomendar: 

  • No es prudente aceptar cupos de endeudamiento pre aprobados si no los necesitamos realmente.
  • La ampliación de los cupos de las tarjetas de crédito que poseemos podrían no ser necesarias para nosotros.
  • El ofrecimiento de paquetes y portafolios financieros con ventajas, menos costos y múltiples beneficios son tentaciones que también se pueden aplazar o rechazar.
  • La opción de operar nuestras finanzas con el apoyo de una sola entidad financiera sería lo aconsejable y recomendable, aunque en ocasiones no es posible.
  • Las invitaciones a operaciones de compra de cartera, producto estrella del consumo financiero, deben ser evaluadas con mesura. Y aunque son opciones muy válidas, oportunas y en ocasiones necesarias, no deben convertirse en una costumbre que se practique con suma regularidad en el tiempo.

Con esto, no hago una invitación a que se endeude, querido lector, sino que aplique al sistema financiero con la inteligencia que otorga una buena educación financiera, en el que siempre prevalezca la calidad de nuestra calificación como clientes del sistema y que nuestro historial crediticio se convierta en la mejor recomendación comercial y no en el karma que nos proscribe ante la sociedad.

Con estas y otras buenas prácticas financieras, seguramente nunca naufragaremos en el “eterno torbellino del endeudamiento”

 

Por Luis Francisco Cubillos Guzmán (*)

(*) Profesor de Finanzas y Estrategia de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario. Es Administrador de Empresas y Especialista en Finanzas Privadas. Tiene una Maestría en Administración de Empresas. Pertenece al Grupo de investigación Gestión Empresarial de la Escuela de Administración del Rosario.