Quebrado a los 30 años

En la ultima década llegar a los 30 años para muchos se ha convertido en una tortura. Los jóvenes se están endeudando de una manera que era imposible antes. Estas deudas no toman en cuenta las ganancias.

2 de mayo de 2008

Por: Gustavo Adolfo Cabrera Cárdenas
 

Nunca ha sentido en lo más profundo de su ser, que a sus padres y hermanos mayores les tocó un entorno de vida más fácil, por lo menos a la hora de crear su capital. Y no se a preguntado por que ellos lograron más rápidamente obtener bienes que usted aún no ha logrado alcanzar sin tener que poner en peligro sus finanzas.

Pues bien, para tratar de explicar un poco este fenómeno solo basta con comparar el contexto económico y social que vivieron ellos frente a la experiencia que ha observado nuestra generación. Cuando hablo de nuestra generación me refiero a los nacidos después de los años 70 y que de alguna manera llegar a la etapa dorada de los treintañeros se ha convertido en una tortura.

Nuestros padres y hermanos mayores que nacieron a comienzo de los cuarenta y finales de los sesenta, venían con un formato bien diseñado, tan solo debían guiarse por las normas establecidas y con esto garantizarían su futuro, pues casi todo ya estaba programado para ellos de acuerdo al contexto social y económico de la época.

En esos tiempos la población se encontraba distribuida en su mayoría en los zonas rurales y otro muy pequeño en las zonas urbanas, lo que indicaba que había mucha gente produciendo en el campo. Aunque los índices de analfabetismo eran altos había trabajo para todo el mundo, la experiencia se valoraba, se respetaba más la labor del artesano maestro, también se podía ir a una finca y disfrutar de las delicias de la tierra sin temor a verse enfrentado a grupos armados.

Los niños ingresaban a un colegio o escuela a los 5 años y desde el inicio de su carrera escolar hasta su grado 11 no tendrían sobresalto alguno, más que responder por el estudio, claro para los pocos que terminaban el bachillerato, por que en su gran mayoría habían comenzado a trabajar desde los grados cuarto o quinto de primaria.

En esa época los medios de comunicación masivos no existían, la penetración en los hogares era ínfima, no existía la Internet, no habían videojuegos, los niños se vestían casi igual y la moda era lo de menos, tampoco se había desarrollado el sector financiero, esto con el fin de explicar el poco consumo en bienes suntuarios por parte de esta generación.

Al finalizar el colegio entre los 16 y 18 años llegaban los primeros desafíos para estos jóvenes, ya que en este punto se tomaba la decisión de que carrera seguir y dependiendo de esta se definía en gran parte el destino de sus vidas.

Si bien como lo mencione anteriormente el porcentaje de deserción escolar era alto a nivel básica primaria, el porcentaje de jóvenes que ingresaban a la universidad y que lograban culminar sus estudios era aun más bajo, los que finalizaban se encontraban en un promedio de edad entre lo 21 y 23 años. O sea que la competencia profesional una vez se graduaran no era tan alta, pues la puja por puestos se veía en gran medida en los trabajos de mano de obra no calificada.

Súmele a esto, el formato de la época con el que contaban estos nuevos profesionales, el cual era buscar un trabajo en lo posible en una entidad del estado o privada, buscando durar mucho tiempo y pensionarse rápidamente, pues en ese momento existían empresas con regímenes laborales que permitían hacerlo, brindándole al trabajador proyectar un flujo de caja de una forma más estable.

Nótese que hasta aquí el saldo en libros de nuestros padres y hermanos mayores seguía en negro, todavía no habían recurrido al endeudamiento. Una vez ya ubicados profesionalmente, con el transcurrir de sus años laborales y con su saldo en negro podían ahorrar y hacer algo de capital, con los excedentes comenzaban por comprar los elementos básicos de soltero, el televisor, la cama, la grabadora etc.

A los 26 o 28 años y después de tener una vida sentimental y laboral ordenada, esta persona comenzaba a pensar en buscar pareja. En esta etapa y tan solo aquí es que se toma conciencia e tomar el primer crédito, casi siempre para la casita soñada en la que vivirá con su cónyuge y futuros herederos.

Es aquí también donde conocen sobre otros productos financieros indiferentes para ellos hasta ese momento, como es caso del crédito de consumo, y que decir de la tarjetas de crédito, que en esa época el que portara un se consideraba como un signo de estatus y salud financiera muy pocos la tenían y la utilizaban.

Obsérvese que Llego a los 30 años con sus libros contables en orden y sin un solo rojo.

Para los que nacimos después de los 70 la situación ya era distinta, muchas personas tuvimos que pedir grandes sumas de dinero para entrar a la universidad. Pero, y tan pronto se logro entrar, las entidades financieras ya habían desarrollado sus productos financieros, razón por la cual a los 18 años obtuvimos las primeras tarjetas de crédito.

Los treintañeros de hoy en día son la primera generación que posee tarjetas de crédito. La mayoría de sus padres no obtuvo una sino bastante tiempo después de graduarse. Pero desde los años noventa, los estudiantes han sido bombardeados con ofertas que estos no pueden pagar.


Como resultado a esta edad ya se había acumulado una gran deuda en la tarjeta de crédito, que se viene a sumar al préstamo para los estudios. Las consecuencias de esto fueron nefastas: muchos treintañeros se vieron ahogados por sus obligaciones financieras, situación que influiría notablemente en las decisiones de largo plazo y que lo realizaban como profesional y persona. Por ejemplo no se podían cumplir con los sueños de especializarse en el exterior, hacer viajes de turismo, comprar el carro deportivo o practicar el hobbie favorito.

Para terminar de ahondar el problema, la economía de los treintañeros ha empeorado en muchos más sentidos. Para conseguir hoy en día un empleo que permita vivir con ciertos lujos, es preciso contar con un título universitario, postgrado, maestría y en unos caso doctorado, sin contar que ya se deba saber ingles, sumado a la competencia agresiva que no existía anteriormente.

Además, por primera vez desde 1970, el salario de un graduado sin una maestría o postgrado ha caído durante cuatro años seguidos.

Para los que no saben nada de administración, parece dinero gratis: Y como muchos nos criamos 2 estratos por encima al real, el gasto era indiscriminado sin tener en cuenta el nivel de ingreso y obviamente, al final del mes sólo se pagaba la cuota mínima.

Hoy vemos a los estudiantes usando sus tarjetas de crédito para comprar computadoras, ropa, gas, libros e, incluso, para pagar la matrícula universitaria. Vivir endeudado se ha vuelto algo normal: el año pasado, 76% de los estudiantes universitarios tenía tarjetas de crédito con deudas en promedio del valor del semestre entre $2.000.000 y $6.000.000

Cuando estos estudiantes comiencen a trabajar, muchos utilizarán sus tarjetas de crédito para mejorar aún más su calidad de vida. El promedio de la deuda de un treintañero en 2007 fue de $16.000.000 98% más que en 1992, solo por concepto de estudio y tarjetas de crédito.