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Compañías

Sobrecarga de emails: estrés seguro

Las consecuencias por el excesivo número de correos electrónicos que llegan, no solamente afectan a los trabajadores, sino también a las empresas que sufren un empobrecimiento.

16 de septiembre de 2012

El exceso de correos electrónicos que se gestiona en las empresas está relacionado con un incremento de estrés de los trabajadores, así como con la pérdida de productividad de las compañías, según un estudio de la Universidad Católica de Lovaina.

El correo no deseado ("spam"), los emails abusivos o los mensajes electrónicos internos contribuyen a la saturación de los trabajadores que, al llegar cada día a la oficina, tienen que gestionar toda esa información.

La investigación advierte que el fenómeno de la "infobesidad", término popularizado en 1970 por el escritor estadounidense, Alvin Toffler, en su novela de "Future Shock", supone una amenaza tanto para la calidad de vida de los trabajadores como para la viabilidad de las empresas.

Cifras molestas

Según Sauvajol-Rialland, más del 90% de las personas con responsabilidades en las empresas cree que el flujo de información que gestionan es excesivo, en tanto que el 70% admite que está saturado por los datos que maneja.

La "sobrecarga de información" provoca además interrupciones cada siete minutos aproximadamente, y cada trabajador emplea el 30% de su jornada laboral en atender las llamadas o los emails, que cada vez exigen más inmediatez a la hora de responderlos, de manera que el propio empleado contribuye también a incrementar el exceso de intercambio de información, explicó la investigadora.

Si un trabajador pasa tanto tiempo gestionando los mensajes, esa actividad puede llegar a superponerse a la actividad principal de la empresa, la actividad productiva.

En ese momento, las nuevas tecnologías, creadas para gestionar de manera más simple y eficaz el flujo de información, estarían teniendo el efecto contrario. 

El volumen de información digital se duplica cada cuatro años y los responsables de derechos humanos, los sindicatos o los expertos en prevención de riesgos laborales empiezan a tener en cuenta el problema.