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Pensión

Las preguntas que se debe hacer para llegar a viejo

En Colombia hay 4’962.491 personas mayores de 60 años, lo que corresponde al 10,53% del total de la población, según el DANE.

Adriana Patricia Guzmán de Reyes  
20 de febrero de 2017

Carlitos era viudo, pero durante diez años se valió por sí mismo para asumir su vida.  Vivía solo a sus 80 años. Trabajaba sin parar en su propio negocio que, después de varias décadas, ya generaba más pérdidas que ganancias, pero para él era impensable cerrarlo. Era su mundo. ¿A qué se dedicaría entonces?

Como siempre fue un ser funcional, independiente, amiguero; su familia nunca pensó en ocuparse de sus cosas, de sus negocios o su dinero. Pero el tiempo pasaba, Carlitos seguía trabajando para responder por la onda de algo que muchos llaman “gimnasia financiera”, sacar de un lado y de otro para pagar deudas y apalancar el diario vivir.

Con 10 tarjetas de crédito a tope y varios créditos vigentes, Carlitos vivía tranquilo, a pesar de que estaba tejiendo una gran red de deudas, infladas además –en buena parte- por quienes veían en él, “un buen partido” a pesar de su edad. Era el tipo perfecto, buen amigo, generoso y gastador, así fuera “al debe”. Encima, cada vez que tenía problemas financieros, conocía al detalle el mercado agiotista que pulula en especial para los pensionados y para aquellos a quienes el sistema formal ya no les presta.

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A los achaques propios de su edad, empezó a sumarse la pérdida de memoria y entró en una de esas tantas enfermedades mentales que tienen nombres que dan miedo y hacen huir a la gente de médicos autorizados para tratarlas. No pudo seguir trabajando, tuvo que cerrar su negocio con las deudas en las nubes y sin un solo peso propio, salvo la mitad de su pensión porque la otra mitad todavía se la debe a los bancos que se la descuentan por derecha. Fue llevado a vivir por su familia a un sitio en donde además de cuidados propios de su edad, pudieran lidiar con las anomalías derivadas de sus problemas de salud todavía incipientes.

Todo eso, con una facturación que no estaba prevista por nadie –ni él ni su familia-. Al precio del alquiler que ahora pagan en un hogar especializado para la tercera edad se suma el valor de su manutención, los costos derivados de los múltiples tratamientos médicos y decenas de desplazamientos, propios de su condición y de los achaques típicos de los 80 años.

De las deudas, mejor ni hablar, ni del costo de terminar un negocio, ni de tratar de pagarle a los prestamistas aprovechados que ven en la gente de la tercera edad, el caldo de cultivo perfecto para seguir ensanchando sus arcas. Desde el punto de vista económico, el costo de llegar a la tercera edad puede ser muy alto. Pero mucho más alto si usted o su familia no están preparados.

Una de cada nueve personas del mundo tiene 60 años o más y mientras que las tasas de fecundidad van en descenso, los ancianos aumentan su radio de acción en todas las latitudes de la tierra. En Colombia actualmente la población mayor de 60 años es de 4’962.491 correspondiente al 10,53 % del total de la población DANE.

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El envejecimiento de la población constituye una de las tendencias más significativas registradas en el siglo XXI y aunque algunos gobiernos están trabajando en dar respuesta acertada a las necesidades que se derivan del envejecimiento de las poblaciones, todavía hace falta mucha pedagogía al respecto, sobre los individuos expuestos a un futuro incierto y sobre el que tristemente poco se trabaja.

De acuerdo con un análisis de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana, si los países desarrollados demoraron, o están demorando entre 75 a 100 años para elevar el porcentaje de los adultos mayores de 7% a 14%, Latinoamérica está tardando solo 25 años en promedio, representando un significativo impacto en las políticas financieras de los Servicios de Salud, sean estos públicos o privados.

Por eso, es importante, por una parte, que las personas se concienticen de la necesidad de prepararse desde todo punto de vista para “llegar a viejos” ellos o sus seres queridos. Un tema que tomaría un capítulo aparte es la falta de médicos y especialistas que traten los problemas de la tercera edad, pero para comenzar, no está mal empezar a pensar en lo que tiene a mano:

  • ¿Es consciente de las deudas que tiene? ¿Sabe qué debe? ¿A quién le debe y en cuánto pagará lo que debe?   
  • En caso de una enfermedad o incapacidad, ¿cuenta con medicina prepagada? ¿Sabe qué costos asume? ¿cuáles son las preexistencias? ¿qué cubre o que no cubre? ¿sabe qué hacer en caso de que no exista ninguna de estas opciones?
  • ¿Sabe qué vale y cuáles son las dificultades de entrar en este sistema a medida que pasan los años?
  • ¿En caso de enfermedad o incapacidad ha pensado quién se encargará de usted? ¿Sus hijos? ¿Sus hermanos? ¿A dónde iría? ¿En su casa? ¿En un hogar geriátrico? ¿Sabe cuánto vale estar en uno de esos lugares?
  • ¿Tiene pensión? ¿sabe usted cuál es actualmente el estado de su cotización? ¿Sabe cuándo y en qué condiciones se hará efectiva su pensión? ¿Conoce a cuánto asciende el valor de su posible mesada y a qué la podría destinar?
  • ¿Sabe qué hará si tiene que dejar su trabajo antes de su pensión, en caso de enfermedad por ejemplo? ¿Sabe qué es y cómo se gestiona una pensión de invalidez?
  • ¿Ha pensado qué hacer en su vejez? ¿Sabe cuándo empieza su vejez?

Son preguntas duras, pero inevitables a la hora de pensar en el futuro. Si usted piensa con tiempo, quizá podría evitarse un panorama como el de Carlitos que destrozan el alma, lastiman el bolsillo y dificultan la vida en familia.

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Directora de Comunicación Institucional

Universidad de La Sabana