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Por qué el Barcelona ha dejado de ser el mejor equipo del mundo

Cabe preguntarse qué ha motivado que el equipo que ha practicado el mejor fútbol del mundo se haya convertido en un equipo no competitivo al máximo nivel que falla en los momentos clave.

Pablo Álamo
24 de abril de 2013

El mundo del fútbol asistió ayer estupefacto a la mayor humillación deportiva que recibía el Barcelona en los últimos 20 años, desde cuando el Milan de Fabio Capello le metió otro 4 a 0 al “Dream Team” de Johan Cruyff.

Lo de menos ayer en el Allianz Arena fueron los goles (4 a 0) sino sobre todo la superioridad del juego del Bayer, que, como reconoció Piqué al final del partido, “fueron mejor en todo: nos dieron un repaso”. Xavi Hernández, cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con que el Barça había recibido un repaso, dijo: “No, hombre, un repaso no; simplemente fueron mejores”.

Interesante la disparidad de criterio de dos hombres claves del equipo. Sorprendente la suavidad de la autocrítica del capitán del Barça.

Ante la unanimidad de la prensa mundial, que habla hoy de “fin de ciclo del mejor equipo de la historia”, contacté a Víctor, un amigo mío, buen conocedor del fútbol y sobre todo una persona con la cualidad de ser de las personas más objetivas que conozco, algo casi imposible en un deporte que levanta pasiones. Le pedí opinión de la crisis del Barça y de la debacle ante el Bayer; me dijo esto:

Sin esperarme un resultado tan abultado como el de ayer considero lo siguiente:

- La defensa este año ha sido un punto muy flaco del Barcelona, y contra rivales de peso (Bayern y Real) lo ha pagado caro;


- El equipo sigue teniendo un nivel competitivo alto, a pesar de que sus mejores jugadores, muestran agotamiento y no han alcanzado el nivel de temporadas anteriores, puede seguir compitiendo pero sus rivales están a un nivel más cercano o incluso mejor;


- Lo que hizo los cuatro años pasados fue tan maravilloso, a un nivel tan alto, que es difícil repetirlo, jugaron el mejor fútbol de la historia.


Cabe preguntarse qué ha motivado que el equipo que ha practicado el mejor fútbol del mundo se haya convertido en un equipo no competitivo al máximo nivel que falla en los momentos clave.

El Barcelona es hoy un equipo sin magia, sin chispa, sin ningún argumento para hacer frente al poderío de un Milan, Real Madrid y Bayer, entre otros. No pocos advirtieron de este bajón del Barça en los partidos claves de esta temporada.

Todas las miradas apuntan con razón a Sandro Rosell y Andoni Zubizarreta, que, cuando tuvieron que decidir qué hacer después del adiós de Guardiola, decidieron apostar por la continuidad, que siempre es más cómodo que por la transformación.

Que Sandro Rosell haya priorizado la renovación de los grandes capitanes como Xavi Hernández y Puyol, ya cercanos por edad a la retirada, sin tener atado un recambio de garantía, es el mejor botón de muestra del optimismo y el conformismo que ha invadido al Barcelona.

Quizá alguien debería recordarle a Rosell que las organizaciones que quieren sobrevivir en el largo plazo al máximo nivel deben necesariamente reinventarse a sí mismas. Rosell debería tomar nota y reaccionar pronto, porque son muy pocas las organizaciones que, iniciando muy tarde el proceso de reinvención, logren hacerlo con éxito. Parafraseando a Paul Nunes: “Una vez que el negocio existente comienza a estancarse y disminuye significativamente el crecimiento, una empresa tiene menos de 10% de posibilidades de recuperarse en el futuro” (Nunes y Breene, HBR, 2011, 89). O lo hará a un ritmo muy lento y dependiendo de los errores de la competencia (Real Madrid, principalmente).

Vivir del pasado, por muy exitoso que haya sido, por muy bueno que sea tu estilo, siempre termina del mismo modo: otros te alcanzan y te superan. En administración de empresas, el esfuerzo por ser mejores competidores cada vez más pasa por una gestión de calidad total, reingeniería, ajuste de personal, reestructuración, cambio cultural y transformaciones (Kotter, Harvard Business Review, 2007, 85).

¿Dónde fracasó el Barça? En la dirección. La directiva del Barcelona no logró algo que, por otra parte, es muy difícil: reinventarse sin perder la esencia. La prioridad del presidente fue no perder el estilo de juego y por eso, con la marcha de Guardiola, apostó por Tito Vilanova, por la continuidad, por “el cambio leve para no perder la esencia”. Comparto plenamente al análisis de Marcos López:

Ha pasado el tiempo. El desgaste, la rutina y la ausencia de competencia interna han derrotado al Barça. La comodidad, la reiteración en la misma alineación en invierno, la incapacidad para descartar a los que no están con el tono físico adecuado y los oídos sordos cuando Guardiola les dijo que el ciclo había acabado. No hay respuesta física, ni velocidad, ni variantes, la autoestima aparece en el punto más bajo de un equipo inolvidable.

La posesión, maldito engaño si no viene con lo otro, no es más que una forma de jugar. Un estilo maravilloso pero que depende, como todas las maneras de jugar, de pensar rápido, correr, tener velocidad de piernas y capacidad para repetir esfuerzos, de pensar la jugada antes de que suceda. Si esto no se cumple, nunca alcanzarás el nivel competitivo; para ganar los otros tendrán que ser muy malos.


Lo dramático –y es una de las grandes lecciones que nos deja el mejor Barça de la historia- es que, si no logras reinventarte, pierdes tu esencia. No hay alternativa: reinventarse o “morir” humillados. Ayer se vio en Munich.