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Editorial

No, no quiero ser emprendedor, ¿y qué?

Aunque la tendencia de los colombianos es buscar una forma de tener su negocio y ser su propio jefe, muchas personas simplemente quieren ser buenos trabajadores y, por eso, pueden llegar a ser crucificados por los demás.

Nataly Olarte
21 de julio de 2016

En Colombia el sueño de querer ser emprendedor es bastante alto: según el último Reporte Global de Emprendimiento Amway 2015 (AGER por sus siglas en inglés) Colombia tiene una actitud positiva del 90% hacia el emprendimiento. Incluso, según una investigación de iNNpulsa, Universidad de los Andes y Confecámaras el 51% de los emprendedores tienen entre 26 y 40 años de edad.

Incluso, cada vez más parece que las políticas del Gobierno –como la Ley Projoven- hacen que la palabra “emprendimiento” sea algo que se empiece a implementar en el chip de jóvenes que se ven motivados a tener una independencia lejos de un jefe y unas condiciones laborales que difieren de sus metas personales y profesionales. Y es que esto tiene su razón de ser: entre más personas quieran “montar una empresa”, más puestos de trabajo se crean y la economía empieza a evolucionar, diversificarse y crecer más.

Y una economía mejor se traduce en mejores condiciones macroeconómicas para sus ciudadanos, con inversiones sociales y educativas que llevan al progreso de un país en vía de desarrollo… bueno, esto, en la teoría.

Pero cuando en Finanzas Personales escribimos temas sobre cómo manejar a un jefe difícil o destacarse dentro de una empresa, recibimos comentarios de algunos lectores  que sugieren que para evitar eso lo mejor es emprender, que ser ‘su propio jefe’ es lo mejor del mundo y el lograrlo, es un sueño que muchos alcanzan si se empeñan en ello. Es ahí donde yo me pregunto, ¿qué pasa con aquellos que no queremos emprender?

FP le recomienda "Las razones por las que en Colombia se habla tanto de emprendimiento". 

Y eso no me hace “mala” persona

Sé que esto generará fuertes críticas y muchos se irán en mi contra, pero el tema es que así como se necesita de emprendedores, también se necesita de empleados comprometidos, que amen su trabajo y que ayuden a las empresas a crecer. Para mí, el emprendimiento también va de la mano de un fortalecimiento y fidelización de empleados.

No quiero emprender y no porque no tenga ganas de ser mi propia jefe, ni porque no quiera tener horarios flexibles para tener un mejor equilibrio entre vida y trabajo (aquí solamente quienes son periodistas saben a lo que me refiero), sino simplemente no quiero emprender porque me gusta lo que hago, me gusta hacer parte de una empresa y una cultura organizacional, especialmente, de proyectos que ya vienen siendo desarrollados para hacerlos más grandes.

No quiero tener mi propia empresa y eso no me hace mala soñadora, una ‘no millennial’ o una conformista. Quiero tener proyectos en empresas reconocidas y disfrutar de las ventajas que me da el no preocuparme por dinero, impuestos, contabilidades, pago de nóminas y demás situaciones en las que admiro tanto a quienes soportan esos difíciles tiempos y responsabilidades.

De hecho, cuando escribo y escucho historias de emprendimiento digo “sería chévere algún día hacerlo”, pero desde mi profesión, desde las posibilidades que he tenido en mi vida laboral y personal me siento feliz afrontando retos dentro de compañías y “exprimiendo” toda esa sabiduría de mis compañeros, colegas o amigos que sí han tomado la decisión de emprender o, incluso, que son trabajadores y emprendedores al mismo tiempo.

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Otro camino

Para mí, el emprendimiento viene desde otra perspectiva, desde el lado de ser empleada: emprender es buscar la forma de retarse a sí mismo en su trabajo y construir el camino de crecimiento profesional para no quedarse estático sino estar aprendiendo constantemente. Ser emprendedor desde este lado implica ir más allá de las responsabilidades típicas que tengo día a día y buscar la forma de hacerlas más eficientes así como también más efectivas y rentables. En sí, es más un compromiso consigo mismo.

En esto, significa ser, de cierta forma, un empleado que le ofrezca un valor agregado a la compañía para la que trabaja. No quiero decir la expresión "convertirse en alguien indispensable”, pero se acerca en el sentido de demostrar que su talento es único y que será complicado encontrar otra mente como la suya para que esa área, desde la que usted está, siga creciendo hacia el camino del éxito. Esto es lo que permite que una persona realmente llegue a alcanzar sus sueños, en espacios que ya están diseñados para esto.

Finalmente, quiero aclarar que esto no significa que no promueva la cultura del emprendimiento. Por el contrario, como especialista en economía comprendo la importancia de que las personas crean en su sueño de tener negocio propio y ofrezcan esas oportunidades laborales que hoy no existen. De hecho, admiro bastante a los que se arriesgan a salir de su zona de confort (algo que también se puede hacer siendo empleado, al dar giros a la carrera profesional) y se arriesgan por el todo.

Ser emprendedor es un camino difícil pero que para muchos que he entrevistado y con quienes he compartido, vale la pena el sacrificio. Ser emprendedor es un sueño, pero no necesariamente el de todos.

Nataly Olarte

Editora de finanzaspersonales.co