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Estas son las cosas que más atentan contra su bolsillo
Salir de la zona de confort y experimentar en otros comercios, por ejemplo, para mercar, es una alternativa para mejorar el manejo de sus finanzas.
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Uno de los más grandes males financieros que tienen las familias en Colombia está relacionado con los hábitos de compra y consumo. Bien sea porque no se tienen flujos de caja estables, por comodidad, falta de tiempo, de confianza o simplemente pereza, nos acostumbramos a pagar más por los mismos productos o servicios que con distintas costumbres, ocasionarían un egreso menor en nuestro bolsillo.
En primera instancia, hablemos de la comodidad. Con toda seguridad, todos hemos oído hablar de Corabastos en Bogotá, Cavasa en Cali, la Mayorista en Medellín o cualquiera de las centrales de abasto que existen en cada una de las ciudades en Colombia, pero casi con la misma seguridad puedo afirmar que muy pocos osamos la aventura de hacer mercado allí.
Comprar en estas mayoristas es un verdadero descanso para el bolsillo, los precios a los que se adquieren productos de excelente calidad, en la mayoría de los casos, pueden llegar a ser una tercera o cuarta parte de lo que pagamos en otros hipermercados o supermercados, eso sí, con la condición de madrugar más, desplazarnos de nuestro sitio de residencia a otro más lejano y someternos a la incomodidad del flujo de vehículos y de personas que sucede a diario en estos lugares.
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Una alternativa intermedia, en la cual los precios pueden ser cerca de la mitad más baratos, son las plazas de mercado. Igual que en las mayoristas, los productos son de excelente calidad pero el precio no es tan bajo, aún así, sigue representando un importante ahorro para nuestras finanzas. Otro punto intermedio son los mercados populares que de manera itinerante se establecen en ciertos sectores de la ciudad, en días específicos, brindando la posibilidad de comprar a precios módicos.
Otra posibilidad es la de las tiendas de barrio. Por la cercanía, siguen siendo uno de los principales centros de consumo de la población colombiana. Allí, se pueden adquirir productos en tamaños y presentaciones distintas que en proporción siguen resultando más económicos que en las grandes superficies.
En los últimos años ha surgido otra opción, con la cual se subsanan muchos de las incomodidades de la plaza, los supermercados de bajo costo. Con nuevos proveedores y una disminución de costos considerable, han logrado ofrecer productos a precios muy cómodos y con muy buena calidad.
Cuando vivimos la experiencia de salir de los Fruver (denominación que se ha dado a los establecimientos que distribuyen frutas y verduras) o de los supermercados, hacia cualquiera de las alternativas citadas, nuestro bolsillo se ve favorecido, en mayor o menor cuantía.
El valor del tiempo
El segundo ítem que atenta contra nuestras finanzas es la falta de tiempo. En la agitada vida que llevamos, difícilmente sacamos tiempo para distintas actividades, entre ellas, hacer mercado. Por el afán perdemos la oportunidad de analizar los productos que estamos comprando, sus características y el precio que pagamos. Es frecuente que en la góndola del supermercado escojamos la marca que tradicionalmente hemos comprado sin investigar acerca de la competencia, la cual posiblemente tenga la misma calidad a un precio menor. Esto nos ha llevado que desconozcamos efectivamente cuando estamos pagando por cada producto y nos limitemos simplemente a decir que el mercado ha subido porque en la caja así lo sentimos.
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Un ejemplo de las variaciones de precio de un producto que es ofrecido por distintas marcas, con los mismos estándares de calidad, es el arroz. Les comparto mi experiencia: durante varios años compré arroz en un hipermercado; como ejercicio financiero responsable, cada una de las veces que mercaba, me daba a la tarea de consultar el precio de las tres marcas más representativas; con conocimiento de causa, les puedo afirmar que el precio más bajo era rotado, por estas tres marcas, de manera mensual; mientras que en un mes el mejor precio lo tenía la marca X, en el segundo lo tenía la marca Y y en el tercero, lo tenía la marca Z y así sucesivamente. Podemos decir, que del afán no queda sino el bolsillo roto.
El pilar de la confianza
El siguiente hábito de consumo que hace mella en las finanzas es la falta de confianza. Tenemos tan arraigado en nosotros el concepto de la relación existente entre la calidad y el precio, que no confiamos en productos que tengan un precio significativamente más bajo y consideramos apriorísticamente que es malo, sin darnos la oportunidad de probarlo. Casi siempre, estos productos no cuentan con estrategias de publicidad y posicionamiento fuertes y por ello son desconocidos para todos, lo que no analizamos es que esa grandiosa publicidad que hacen los productos reconocidos nos la están cobrando en el precio. En este mismo orden de ideas, las marcas blancas, o marcas propias de los supermercados, tienen precios también más bajos.
¿Alguno de nosotros se ha puesto analizar quienes producen las marcas blancas y cuáles son los ingredientes que usan? Muchas de las empresas que producen las marcas blancas exhiben sus productos en las mismas góndolas y al revisar su composición, es la misma, a pesar de la diferencia en precio. Nuevamente se reafirma que nos están cobrando la marca y con ello todas las actividades de mercadeo a su alrededor.
Además de todo lo anterior, el tamaño de los productos es una invitación al gasto más que al consumo. Normalmente compramos un tamaño más grande porque es más económico proporcionalmente, pero, no nos sorprendemos cuando vemos que ese producto nos ha durado más de lo esperado y su empaque a medio uso está, desde mucho tiempo atrás, en la nevera o la alacena.
Por último, está la pereza y aquí si no hay ningún consejo. Si por pereza no buscamos el ahorro, no hay nada que hacer estamos condenados a seguir afectando nuestro bolsillo.
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OMAR ALONSO PATIÑO CASTRO
*Administrador de Empresas con Doctorado en Ciencias Empresariales.
Consultor en temas financieros y organizacionales, con amplia experiencia en el sector bancario y en el sector servicios .
Se ha desempeñado como Decano de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas de la Universidad EAN en donde actualmente es Profesor Titular.