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Opinión

La cupidonomía

Hombres y mujeres tratamos incansablemente de encontrar una pareja “perfecta”, pero siempre terminamos con una pareja que muchas veces está lejos de ese ideal. En otras palabras, debemos elegir entre lo que queremos y lo que nos es posible obtener.

Sandra Liliana Miranda Forero
15 de diciembre de 2011

El resultado de las relaciones personales entre los individuos, especialmente las relaciones sentimentales y  afectivas, también puede explicarse a través de la microeconomía, dado que hombres y mujeres tratamos incansablemente de encontrar una pareja “perfecta”, pero siempre terminamos con una pareja que muchas veces está lejos de ese ideal. En otras palabras, debemos elegir entre lo que queremos y lo que nos es posible obtener.

La Microeconomía es el área de la Economía que estudia el comportamiento de las unidades económicas individuales, entre ellas, los consumidores, productores, inversionistas, trabajadores, empleadores, etc., quienes buscan optimizar sus decisiones teniendo en cuenta que siempre existirán restricciones económicas, temporales y de otro tipo, que impedirán que los resultados sean tan perfectos como quisieran.

El resultado de las relaciones personales entre los individuos, especialmente las relaciones sentimentales y  afectivas, también puede explicarse a través de la microeconomía, dado que hombres y mujeres tratamos incansablemente de encontrar una pareja “perfecta”, pero siempre terminamos con una pareja que muchas veces está lejos de ese ideal. En otras palabras, debemos elegir entre lo que queremos y lo que nos es posible obtener.

Nos referiremos entonces a la “Cupidonomía”, como una aplicación de la microeconomía que nos ayudará a comprender que las relaciones amorosas también son estratégicas y enfrentan varios de los problemas que los Economistas tratamos de estudiar cuando analizamos “mercados imperfectos” y resolver en otros contextos más áridos pero a veces no tan complejos como el amor.

Empecemos entonces por plantear el problema al que se enfrenta Cupido cada vez que trata de encontrar para nosotros el “mejor candidato posible”. Tal vez, esta sea una manera de ser más gratos y menos duros con él. A mi modo de ver, antes de hacer su trabajo, Cupido analiza varios factores que a veces pasamos por alto y que hacen del amor algo más racional de lo que percibimos, pero sin omitir ese componente de interés y excitación que lo hace emocionante.

Todos queremos tener lo mejor posible en todo, a menos que seamos masoquistas o tengamos una baja autoestima. Aun así, siempre estamos esperando aquella situación en donde logremos encontrar el trabajo perfecto, la felicidad absoluta y por supuesto “la pareja perfecta”.

Para la Cupidonomía, la perfección se relaciona con poder encontrar a alguien que se ajuste a nuestras preferencias, así no sea alcanzable. Sin embargo, nuestras propias limitaciones restringen el aspecto de las personas a las que realmente podemos acceder.

Al optar por una pareja, en realidad estamos buscando mucho más que la simple belleza física o un alto nivel de ingresos. Estamos pensando en la decisión de “comprar y consumir”, una canasta de “características” que los economistas denominamos “preferencias”, conformadas por un sin número de cualidades como la honestidad, fidelidad, valores, preparación intelectual, nivel educativo, sentido del humor, entre muchas otras, incluyendo para cada quien, cualidades inimaginables, como por ejemplo el grado de cariño por los gatos o los perros, las habilidades culinarias o la manera de conducir un automóvil.

Teniendo en cuenta que cada persona tiene unas preferencias diferentes, podremos imaginarnos el dilema que debe enfrentar Cupido cada vez que debe encontrar el candidato que se ajuste de la mejor manera a todas nuestras exigencias, sabiendo además, que aunque siempre buscamos lo mejor, no somos perfectos y tenemos a la vez, restricciones de ingreso, defectos físicos y personales, nivel educativo, capacidad de socialización, etc, que hacen que no todos podamos ir en busca de Brad Pitt o Charlize Theron, quienes claramente estarán bastante lejos de nuestra frontera de “posibilidades de consumo”.

Pero una vez superamos la decisión entre lo que queremos y lo que podemos obtener y Cupido identifica a la mejor víctima para flecharla de manera sorpresiva. Existe otro tipo de situaciones y acontecimientos que podrán acercarnos o alejarnos definitivamente de un desenlace feliz. En esta parte del juego, Cupido habrá cumplido con su parte del contrato, pero nosotros tendremos la entera responsabilidad de actuar de manera estratégica a pesar de estar dominados por el amor.

Un contrato

El primer problema al que nos enfrentamos es la información asimétrica, que se define en la microeconomía, como el caso en el que un agente tiene más información que otro acerca del producto objeto de la negociación (usualmente el vendedor).

Imaginémonos comprando un automóvil. El vendedor sabe exactamente en qué condiciones se encuentra el vehículo (años de uso, reparaciones de motor, accidentes sufridos, trato del dueño, fuerza del motor, consumo promedio de gasolina, etc). El comprador deberá confiar en la palabra del vendedor y buscar mecanismos para comprobar si el automóvil que desea comprar es en verdad tan bueno como aparenta ser y negociar con el vendedor el mejor precio, antes de firmar el contrato de compra-venta.

Desde la óptica de la Cupidonomía, las relaciones de pareja son un contrato, en donde compramos y vendemos algo (cariño, tiempo para la otra persona, dedicación a la relación,  apoyo, etc) y que a veces trae como “obsequio” una serie de defectos que no están incluidos en el precio que acordamos y que generalmente solo vemos después de pasado un tiempo largo en la relación.

A esto lo conocemos como un problema de información asimétrica, ya que podemos terminar contratando a la pareja equivocada y pagando un precio más alto del justo, solamente porque desconocemos aspectos de la otra persona, bien sea porque no quisimos verlos o porque nuestra pareja fue bastante hábil al vendernos una “mercancía” que no era tan buena como pensábamos. Esto nos puede llevar a firmar un contrato incompleto. Además, si no hay cláusulas de incumplimiento, la única opción que se nos ocurre es reclamarle al pobre Cupido, quien seguramente ya estará ocupado, tratando de cerrar otra negociación.

Pero entonces, ¿Es posible entonces reducir el riesgo de equivocarnos eligiendo al candidato incorrecto y evitar cerrar un negocio que tal vez no nos genere la mayor utilidad? Claro que si…el método se llama la Señalización del Mercado y consiste en tratar de estudiar y percibir todos los posibles indicios que nos reiteren que estamos cerrando un negocio provechoso con la otra persona, es decir, que no estamos frente a un estafador o psicópata y que el candidato que Cupido encontró para nosotros es en verdad una buena persona y se ajusta a lo que estamos buscando en una relación.

Inconscientemente y por fortuna, todos empleamos este mecanismo de buscar señales, en especial, cuando empezamos a salir con alguien. Es por esto, que preguntamos datos del otro relacionados con su trabajo, su familia, sus amigos e incluso para los más aversos al riesgo, pedir referencias a sus ex parejas, el pasado judicial, o el extracto bancario, pueden ser estrategias válidas.

Sin embargo, no siempre es necesario buscar estas señales del mercado. A veces están frente a nuestros ojos y las hacemos de lado, lo cual es imperdonable, teniendo en cuenta que la venda en los ojos la tiene únicamente Cupido, a quien no podemos culpar de nuestras decisiones equivocadas. Es por esto que es vital no admitir actitudes o situaciones con las que no estemos de acuerdo, como por ejemplo, mentiras evidentes, tratos de violencia o conductas que hagan que nuestro candidato perfecto, ya no sea tan perfecto.

De la teoría a la práctica

La teoría de juegos, que es una herramienta matemática para analizar las interacciones entre los agentes (jugadores), quienes eligen determinadas estrategias de acuerdo con incentivos dados, también es aplicable a la cupidonomía, no solo en la etapa de conquista, sino incluso cuando establecemos relaciones formales, es decir, cuando logramos firmar el mejor contrato sentimental posible. En este contexto, el resultado final del juego del amor estará determinado por las estrategias adoptadas por ambos, pero que están basadas en las expectativas.

En la etapa de la conquista, uno de los juegos más comunes consiste en tomar la decisión de hablarle a quien nos pueda atraer, sabiendo que enfrentamos una aversión al riesgo, al temer ser rechazados por la otra persona. En este juego y en algunas ocasiones, se presenta el típico “Dilema del Prisionero”, que se refiere a un caso en donde al no existir cooperación por parte de ambos jugadores, se llega a una solución que no le da a ambos la mejor felicidad posible, por el papel que juegan las expectativas.

En el caso del amor, la probabilidad de ser rechazados por la otra persona (así nos tenga locos), puede hacer que dejemos de hablarle a alguien que podría ser un buen candidato, solo por tratar de evitar dar más información de la necesaria, ser más vulnerables y por supuesto, hacer el ridículo.

De igual manera, nuestro “perfecto candidato” puede tener la misma creencia y salir huyendo antes de arriesgarse. Por esto, tener una información previa acerca de la atracción que el otro puede tener hacia nosotros, es un factor clave, antes de dar el gran paso. Sin embargo, algunos suicidas o amantes al riesgo pueden optar por intentar un acercamiento a pesar de las claras posibilidades de fracaso. Pero hay buenas noticias…a veces la estrategia funciona.

Pero supongamos ahora, que ya hemos logrado superar la etapa de la conquista y gran parte de los problemas de información asimétrica se han ido. Ahora nos encontramos en una relación soñada: estamos junto al ser amado y sentimos que nuestro bienestar es el mejor posible.

¿El juego se termina entonces? Respuesta: aún no. Una relación (formal o informal) es una alianza estratégica. Esto implica que las decisiones que se toman en conjunto son mejores que las que se podrían tomar de manera separada, como cuando estábamos solteros en espera de que Cupido hiciera la primera parte del proceso de selección.

Ahora estar juntos nos brinda la mayor satisfacción posible y por tanto, la mayoría de estrategias que elijamos serán más beneficiosas si son las mismas que las de nuestro querido “socio sentimental”. Así por ejemplo, ir juntos a cine o ir a fútbol será mejor que hacer planes por separado, como bien se demuestra en el conocido juego de “La Batalla de los Sexos”, en donde se obtiene la mayor felicidad estando juntos, así esto implique sacrificar en ocasiones parte de nuestras preferencias individuales.

Sin embargo, es claro que las reglas de una alianza estratégica deben respetarse y que esto en gran medida hace parte de la confianza que generamos en el otro. Perder la confianza en este caso puede hacer que esta empresa termine y que por tanto, sea muy costoso recuperarla.

Así las cosas, estaremos jugando un juego cooperativo que se repite a lo largo del tiempo, mientras dure la relación. Lo que ocurra en el futuro dependerá de las estrategias e innovaciones que se hagan en la misma, desde que Cupido no nos pida que le devolvamos la flecha. El seguramente seguirá ocupado tratando de actuar como la “mano invisible” en el mercado del amor.


Por: Sandra Liliana Miranda Forero, Profesora Departamento de Economía Pontificia Universidad Javeriana.