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Educación

¿Por qué los adultos  olvidamos lo que aprendimos sobre el ahorro cuando éramos niños?

Con el tiempo, las personas no quieren ahorrar sino que se endeudan para comprar las cosas caras y para tenerlas de manera inmediata, dejando a un lado los buenos ejercicios financieros que tenían cuando eran niños.

Ómar Alonso Patiño Castro
17 de marzo de 2017

Uno de los mejores ejemplos de buen ejercicio financiero que tenemos es el que nos dan los niños. Aun cuando de una manera incipiente, los niños fijan objetivos claros, ajustados a sus posibilidades, y son absolutamente disciplinados en las acciones que tienen que desarrollar para el cumplimiento de su objetivo. Estas son dos prácticas que con el transcurrir del tiempo se van perdiendo.

En sus inicios financieros, el niño desconoce el valor del dinero, no tiene conciencia de lo que representa y del uso que se le puede dar. Su primera aproximación se da a través del marranito que se le compra y del cual se le asigna la propiedad, sin saber lo que representan, las monedas, van a parar a la alcancía, sin importar su denominación; este es el momento en el cual se le puede inculcar uno de los principios básicos de las finanzas: el ahorro.

Si bien es cierto que el niño no sabe aún qué es el dinero, sí le puede atribuir un valor de intercambio con prácticas tan sencillas como fijarle un objetivo a esa actividad de ahorro. El producto de lo que se logre acumular en el marranito debe tener una destinación específica: “cuando el marranito esté lleno, con eso podemos comprar la muñeca de la Princesa Sofía o el muñeco de Paw Paw Patrol”.

La sola expectativa de saber que si se llena la alcancía se recibirá un premio genera en el niño la disciplina por depositar toda moneda que se le entregue o que desprevenidamente encuentre en cualquier mesa o mueble de la casa, “entre más rápido se llene, más rápido tendrá su premio”.

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La etapa anteriormente descrita va desapareciendo en la misma medida en que el niño va creciendo, aprende los números, sabe sumar y con ello encuentra el verdadero valor del dinero y su función de intercambio, reconoce igualmente el valor de las cosas y lo asocia con una cantidad de dinero determinada que tiene que ser acumulada para efectuar esa compra. La fijación de objetivos es más lógica y el niño ya decide lo que puede comprar con el resultado de su ahorro.

La siguiente etapa es la que mejor refleja una buena costumbre financiera. Cuando el niño recibe una mesada, bien sea diaria, semanal o mensual, teniendo claramente determinada la capacidad de compra que tiene con ese dinero, puede tomar una entre varias decisiones:

  • Fija patrones de compra con los cuales gasta la totalidad de su dinero, al fin y al cabo, se lo han dado para eso;
  • Con el flujo de dinero asegurado, fija un objetivo, la compra de una consola de videojuegos, el celular de su gusto (cuando son un poco más grandes), etc., lo valora y fija una cuota de ahorro según la periodicidad que reciba el dinero para en determinado tiempo contar con los recursos necesarios para la compra; si hay sobrante ese dinero sí lo puede usar en su destino original. Primero se cumple el objetivo de ahorro y luego viene el gasto.
  • Decide ahorrar todo, así se facilita el cumplimiento del objetivo. Para suplir la necesidad para la cual tenía el dinero se buscan otros mecanismos, el más expedito es acudir a la alacena de la casa, por ejemplo.

En la segunda y la tercera opción, la decisión implica un sacrificio, el cual está dispuesto a soportar debido a que la satisfacción que pueden obtener es superior a la que tendrían si no tuviesen la voluntad del sacrificio.

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Cuando el niño ha tomado una decisión, lo ha hecho con la conciencia plena de sus limitaciones, no fija objetivos desbordados y la meta de ahorro es perfectamente realizable, así como el cumplimiento del objetivo final.

En aquellos casos en los cuales la expectativa es mayor a las posibilidades también existen los mecanismos para logar el objetivo, en este caso. El niño desarrolla la habilidad de negociación y consigue un socio, “yo ahorro tanto y tú pones tanto” suele ser la oferta que hace a su padre, abuelo, tío o cualquier miembro de la familia que lo quiera acompañar en su aventura.

Desafortunadamente estas buenas prácticas se van perdiendo con el tiempo. Cuando se tienen ingresos se puede anticipar un gasto por la vía del crédito y el concepto de ahorro desaparece, prima la posibilidad de tener las cosas ya, así ello implique un mayor costo, asociado con el pago de cuotas que incluyen intereses.

Así las cosas, vale la pena rescatar esas costumbres de los niños, pueden traer grandes beneficios para la familia y facilitan un ejercicio sano de planeación financiera.

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*Administrador de Empresas con Doctorado en Ciencias Empresariales.

Consultor en temas financieros y organizacionales, con amplia experiencia en el sector bancario y en el sector servicios .

Se ha desempeñado como Decano de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas de la Universidad EAN en donde actualmente es Profesor Titular.