Sandra Liliana Miranda, columnista.

Columnista

¿En qué se parece el amor a las finanzas?

El amor es una de las situaciones irracionales en donde más se toman decisiones racionales. Por esto y aunque en los mercados económicos ocurran muchas cosas, en la mayoría de los casos hay que regular un poco el mercado y tomar las decisiones correctas.

Sandra Liliana Miranda
22 de octubre de 2014

A propósito de mi reciente libro “Si Cupido supiera de economía”, el cual fue el resultado de ampliar el primer artículo que tuve la fortuna de escribir para la columna de finanzas personales del Portal Web de Dinero, el cual se tituló “La Cupidonomía”, quise retomar el tema de comparar el amor con lo que ocurre cuando un mercado está en equilibrio y cuando sale de este.

El amor perfecto no existe. Los seres humanos tampoco lo somos. Pero una relación óptima es aquella que debe garantizarnos estar en la “mejor situación posible”, es decir, en donde sintamos que estamos recibiendo algo que compensa lo que entregamos. Al fin y al cabo, el amor no es solo cuestión de química, sino de oferta y demanda.

El amor es adquirir una cesta de cualidades y defectos de otra persona y venderle a ella una cesta similar. Por tanto, el precio que se paga y se recibe debe ser el justo. Es verdad que tal vez no podremos “adquirir” siempre a quien quisiéramos, pero la elección final no debería distar demasiado de lo que creemos merecer. Una relación sana debe además procurar no caer en situaciones de exceso de demanda y de oferta. No hay que sentir que el amor hace falta ni que se está dando en exceso, hasta el punto de observar que nuestra pareja empieza a perder el interés o que el amor tiende con el tiempo a ser marginalmente decreciente.

Una de las preguntas que más me hacen con respecto al libro y al tema en general, es la motivación que me llevó a asociar el amor con la economía. Mi respuesta en primer lugar, es que muchos economistas trataron el tema del amor y en general, de las decisiones personales desde la óptica de la economía, entendiendo que esta no se relaciona precisamente con el análisis de variables financieras o monetarias, sino con el estudio de cómo poder hacer lo mejor que se puede con lo que se tiene, lo que se denomina en economía como optimización.

En segundo lugar, reconozco que partí del análisis de algunas de mis experiencias personales y las de otras personas, tratando de buscar en la economía una posible solución a los problemas más comunes que ocurren en las relaciones y por último, que el tema también fue una manera de hacer que mis estudiantes de microeconomía se “enamoraran” de la economía. Al fin y al cabo, el amor que no nos conviene es una decisión microeconómica errada que conlleva a efectos macroeconómicos nefastos, como el observar como tantos matrimonios y hogares se destruyen, como algunas personas llevan una vida infeliz o como una mala vida sentimental afecta otras áreas de la vida como es incluso la vida laboral y profesional.

El amor es una de las situaciones irracionales en donde más se toman decisiones racionales. Por esto y aunque en los mercados económicos ocurran muchas cosas de manera espontánea y en el amor también, en la mayoría de los casos hay que regular un poco el mercado y tomar las decisiones y los correctivos que se requieran para evitar que se pierda ese equilibrio y se presenten las fallas del mercado.

El amor tiene costos al igual que los tiene cualquier empresa. Una relación es de hecho un contrato verbal en donde se establecen o al menos se deben tener claros los derechos de propiedad y las clausulas. Es verdad que tomar la decisión de estar con alguien implica perder a otras personas y otras oportunidades, lo que se interpreta como un costo de oportunidad.

Pero al igual que cuando se está por tomar una decisión de inversión, el beneficio debe ser mayor al costo, ya que de lo contrario la empresa no generaría rendimientos sino pérdidas y estas pueden conllevar a la quiebra. En el amor, los efectos de un fracaso traen aprendizajes que garantizan mejores resultados en el futuro (se amplía la curva de aprendizaje), pero también es cierto que si se puede evitar pasar por un mal momento, será mucho mejor.

A nadie le gusta perder y ver su empresa en banca rota. Por esto, es importante apropiarse de las decisiones personales y dejar de culpar al mercado. El amor no se puede programar ni modelar matemáticamente, pero las decisiones que tomamos si marcan el trayecto futuro, que bien puede llevarnos al éxito o a la quiebra total.

Sandra Liliana Miranda Forero
Magistra en Economía y Economista
Pontificia Universidad Javeriana
Profesora Departamento de Economía
salimifo@hotmail.com
En Twitter: @salimifo