Liderazgo

El fracaso de Colombia y los errores en la estrategia de liderazgo de Pékerman

Es admirable la capacidad de algunas personas de hacer lecturas positivas de todo lo que acontece, no sólo en Colombia.

Pablo Álamo
28 de junio de 2015

La eliminación de la Selección de la Copa América es una reciente prueba de ello. En pocas horas he escuchado frases parecidas a estas: “tenemos al mejor entrenador del mundo, mira cómo quiere a los jugadores y a Colombia”, “tenemos portero para rato”, “ya no es como antes, ahora somos un equipo grande porque Brasil y Argentina no pueden ganarnos sin sufrir”.

Otras, respecto al único partido fueron: “fuimos unos auténticos guerreros, ante el mejor partido de Argentina en la Copa América”, “llevamos el partido hasta los penales y no nos dejamos intimidar de un Messi gigante”, “dimos la pelea hasta el final, por eso 48 millones de colombianos damos las gracias porque la lucha vale mucho más que un resultado”, “sudamos la camiseta cada segundo del partido, un diez para nuestra Selección”, etc. Incluso un respetado profesor universitario me escribió en Facebook: “nos ahorramos varios muertos de haber ganado”.

Pero lo que puede ser una virtud –el optimismo, la capacidad de automotivación, de ver el vaso medio lleno- se puede convertir en el peor enemigo de quien quiere alcanzar la excelencia, porque por lo general el optimismo sin realismo impide ver lo que se tiene que hacer o cambiar para desarrollar todo el potencial existente.

Los datos de la Copa América no pueden ser más negativos. En cuatro partidos disputados, la Selección colombiana ganó sólo uno y por la mínima: marcó un solo gol, generó muy pocas ocasiones para anotar y, lo que es más grave, no ha merecido mucho más. No ha hecho un buen juego. Porque se puede perder partidos siendo superior al rival, al menos en algunos tramos importantes del partido, y realizando un soberbio juego, pero no ha sido el caso.

Hace un año escribí que Pékerman era el principal responsable del éxito de Colombia en el Mundial de Brasil. Hoy sostengo lo mismo: es el principal responsable del fracaso de Colombia en la Copa América.

No sólo por el partido que nos dejó fuera de la Copa, en el que falló estrepitosamente en la estrategia de poner a Arias marcando a Messi por todo el campo y poniendo a James en el centro del campo junto a Mejía, originando un desequilibrio total en el equipo colombiano y evidenciando las carencias defensivas de James, error que intentó remediar sacando a un delantero, Teófilo, y metiendo al campo a un mediocentro, Cardona.

Si pudiera, le preguntaría a Pékerman por una experiencia positiva de algún marcaje individual a Messi. También es criticable que en casi todos los saques de esquina los argentinos pudieron rematar y hacer gol. Si no fuera por Ospina, errores argentinos y los postes, la goleada podría haber sido de escándalo. Con la experiencia que tuvimos contra Brasil en el Mundial, donde un despiste en un córner costó muy caro a Colombia, uno esperaba que hubiéramos aprendido la lección, no evidenciar retrocesos en este aspecto.

¿Todo mérito de Argentina? Lo dudo. ¿Es justificable, con el argumento de Pékerman de que Colombia es un equipo en construcción? No me lo parece.

Pékerman sostiene que no hay que perder la cabeza, que la actitud de los jugadores fue positiva, que nunca bajaron los brazos, que lucharon hasta el final, que nunca se rindieron y por esto se pueden sacar muy buenas conclusiones para el futuro. Hacer autocrítica no es perder la cabeza, más bien lo contrario. Considero que nadie cuestiona el compromiso y la entrega de los jugadores sino su eficacia y sus resultados. Y cuando éstos no se dan, el máximo responsable debe dar la cara con argumentos más fuertes de “jugamos contra un gran equipo, subcampeón del Mundo, que hizo un extraordinario partido”. Este argumento sería válido si en los demás partidos hubiera jugado bien.

Escuchando las explicaciones de Pékerman me parece ver planear la sombra de Vicente Del Bosque, seleccionador español, protagonista de los mayores éxitos de España y también de uno de los mayores ridículos, el del pasado Mundial. Del Bosque estaba tan enamorado de su idea, tan identificado con sus jugadores, esos grandes talentos que le habían hecho quedar campeón de Europa y del Mundo, que no supo tomar algunas decisiones difíciles.

Cuando expertos cuestionaron a Del Bosque por qué llevó al Mundial a jugadores recién salidos de una lesión y que no estaban en forma, respondió “se lo merecen, han dado mucho a España y tienen mucho que aportar todavía”. Cuando fue cuestionado por el resultado de una temprana eliminación humillante, y por un juego deficiente, argumentó que no tenía nada que reprochar a los jugadores, que lo habían dado todo, que habían entrenado y preparado el partido muy bien, pero que el rival estuvo mejor. ¿Les suena conocido?

Es sólo fútbol, sin duda, pero precisamente porque se trata de un juego, se requiere de mucha honestidad para decir la verdad y hacer una profunda autocrítica. Los grandes líderes lo saben y lo hacen, aunque implique tomar decisiones difíciles y ganarse enemigos. ¿Alguien conoce a un buen líder que no tenga enemigos?

No podemos cambiar el pasado pero sí preguntarnos qué vamos a hacer hoy, para que las cosas cambien en la dirección que queremos que, sin duda, no es la de esta Copa América. Me gustaría pensar que Pékerman lo haga con objetividad y sinceridad.

@pabloalamo
Prime Business School
Universidad Sergio Arboleda